PREGUNTÉ….. PERO NADIE SE ATREVIÓ A CONTESTAR
SECCION A: ASPECTOS GENERALES DEL AGUA
CAPÍTULO 1 2
NUESTRO PROBLEMA ES EL CENTRALISMO Y SUS CONSECUENCIAS
Parecería que nos estamos alejando del tema fundamental del agua, pero en realidad estamos yendo al origen de toda nuestra problemática, no sólo aquella relacionada con la crisis del agua y con el cambio climático global que tan graves repercusiones tendrán en Querétaro y en todo el país.
Hace ya 33 años, durante la campaña presidencial de 1976 de José López Portillo, cuando éste fue candidato del PRI y no hubo contendientes de ningún otro partido en esa elección, presenté una ponencia con el tema de la descentralización en un Foro de Desarrollo Regional convocado por el IEPES (Instituto de Estudios Políticos Económicos y Sociales del PRI). En esa época el IEPES era el único mecanismo de participación donde los académicos, profesionistas, técnicos, científicos y grupos sociales organizados, podíamos presentar nuestras ideas con la esperanza de que, ahora sí, el partido del gobierno las incorporara en sus programas sexenales de trabajo.
Por supuesto el partido y sus candidatos se reservaban el derecho de no hacerte caso, pero aún con ese riesgo, era motivo de orgullo entre los académicos decir: “me pidieron que lo presentara en el Foro del IEPES”. Ese sencillo mecanismo sirvió en su época para incorporar a la administración pública a gente valiosísima sin filiación partidista.
En aquel entonces, estaba concluyendo mi participación de seis años en la Comisión del Río Balsas, que formaba parte de uno de los mecanismos más exitosos y admirados de desarrollo descentralizado: las Comisiones Ejecutivas de la Secretaría de Recursos Hidráulicos las que, basadas en las cuencas hidrológicas de nuestros principales ríos fueron ejemplo de desarrollo regional a nivel nacional e internacional.
Imitando una idea original de Franklin D. Roosevelt de la época que siguió a la Gran Depresión de los Estados Unidos: la Autoridad del Valle del Tennessee (TVA por sus siglas en inglés), el ingeniero Adolfo Orive Alba consiguió que el presidente Miguel Alemán creara en 1956 la COMISIÓN DEL PAPALOAPAN. Poco tiempo después se creó la COMISIÓN DEL TEPALCATEPEC que encabezó como Vocal Ejecutivo el expresidente Lázaro Cárdenas. El mismo general Cárdenas logró que dicha comisión se ampliara después para abarcar toda la cuenca del río Balsas.
Esos organismos eran verdaderamente descentralizados. En ellos, y dentro de la región que tenían encomendada, ningún funcionario ni ningún beneficiario estaba a más de dos niveles del responsable de la toma de decisiones. Entre el Vocal Ejecutivo y el Vocal Secretario se tenía la representación directa e inmediata de la Secretaría de Hacienda, la Secretaría del Patrimonio Nacional y la Secretaría de la Presidencia de la República.
Era una responsabilidad enorme la de esos servidores públicos que podían tomar decisiones sin consultar a nadie, rindiendo cuentas solamente al final de cada ejercicio.
Las Comisiones Ejecutivas de desarrollo regional eran organismos realmente multifuncionales. Aunque estaban presididos por el titular de Recursos Hidráulicos, su función no se limitaba a las obras de riego, drenaje, protección contra las inundaciones y abastecimiento de agua potable a las poblaciones. También tenían facultades para construir caminos, escuelas, obras de electrificación, elaborar planes y programas de desarrollo urbano, encabezar proyectos de desarrollo agrícola, ganadero, turístico, etc. En fin, toda la gama de acciones que iban a contribuir a sacar del atraso a regiones olvidadas de nuestro país.
Las Comisiones Ejecutivas fueron un intento de respuesta a la tendencia centralista atávica de los mexicanos, cuyo objetivo a nivel nacional parece ser: “estar cerca del Gran Tlatoani” o bien, “estar cerca del Mini-Tlatoani” en el caso de los estados. Pero … nada dura eternamente, al final la tendencia centralista prevaleció y con ella volvieron todas las ineficiencias que estamos sufriendo en la actualidad.

Aunque es bien sabido que el agua, al igual que la contaminación, no obedece los límites políticos arbitrarios que hemos establecido los humanos, se pretendió dar jurisdicción sobre este recurso a los gobiernos estatales en lugar de obedecer las cuencas hidrológicas establecidas por la naturaleza.

Esa jurisdicción inició el caos en que se encuentra el uso, la disposición, la contaminación de ese preciado recurso, que no sólo es indispensable para la vida humana y la agricultura, sino también tiene importantes aplicaciones en la generación de energía, en la industria, en la recreación, etc. Y lo peor de todo es que no se asignaron recursos humanos, recursos técnicos, ni recursos económicos a las entidades federativas para cumplir con las funciones de vigilancia, supervisión, control, registro y depuración que son indispensables en relación con la problemática del agua.
Comentaremos en páginas posteriores la manera en que el gobierno federal presidido por López Portillo, en un fallido esfuerzo para “federalizar” lo que funcionaba bien y que ya estaba descentralizado desde años atrás, disolvió en 1977 las Comisiones Ejecutivas por cuencas hidrológicas y encomendó los asuntos relacionados con el agua a los estados y municipios.
Con ello se pretendió que cada entidad manejara el agua de su territorio geográfico, lo que dio ventajas importantes a los estados donde se originan las cuencas, como el estado de México, donde se inician la cuenca del Lerma, la cuenca del Pánuco, la cuenca del Balsas y la cuenca del Valle de México.
Así esos estados, que resultan ser “las gallinas de arriba”, capturan el agua, la utilizan, la contaminan y pasan lo que les sobra a los estados ubicados aguas abajo, con las consecuencias desfavorables para estos últimos. Lo peor es que no se asignaron recursos humanos, recursos técnicos, ni recursos económicos a las entidades federativas para cumplir con las funciones de estudio, registro, vigilancia, supervisión, control, y depuración que son indispensables para una buena administración del recurso que se les estaba confiando.
Peor aún, en el Artículo 115 constitucional se estableció que el suministro de agua potable y el manejo del alcantarillado para colectar las aguas usadas en las ciudades, corresponde a cada municipio. Craso error populista, “pseudo-descentralizador”, que no toma en cuenta la carencia de recursos de la inmensa mayoría de los ayuntamientos del país, ni los conflictos que se originan con esa medida en el caso de municipios conurbados, como en las megalópolis del Distrito Federal, Guadalajara, Monterrey y el mismo Querétaro.
Así, se empezó a perder la rectoría del estado sobre las zonas federales de nuestros ríos, lagos y embalses, se toleraron los asentamientos humanos a la vera de los cauces, la extracción de grava, arena y materiales de construcción en esos sitios, y a la postre se convirtieron en tiraderos de basura, como ocurre con todas las barrancas cercanas a las ciudades. En la actualidad el remedio anunciado por el gobierno del Distrito Federal de depurar las barrancas para volver a captar agua limpia les va a resultar más caro que la enfermedad.
Muy tarde, casi 20 años después de cometido el error, se creó la Comisión Nacional del Agua (CNA), con la esperanza de recuperar el manejo de ese recurso que cada estado ya consideraba suyo. Se establecieron los Consejos de Cuenca y las Comisiones de Cuenca en las principales regiones hidrológicas del país. Con estudios insuficientes se establecieron los supuestos “límites de los acuíferos subterráneos”, con el error visible de que nuestros acuíferos terminan jurídicamente en los límites de nuestra entidad federativa. (Ver: Diario Oficial de la Federación del 21 de enero de 2003 y Diario Oficial de la Federación del 28 de agosto de 2009).
Estos parches y remiendos han dado lugar a la formación de entidades más favorecidas en cada una de nuestras cuencas hidrológicas. Querétaro, por ejemplo, siempre ha estado mal representado en el Consejo de la Cuenca Lerma-Chapala, lo que favorece enormemente a los estados de Guanajuato y Jalisco.
El agua que la lluvia derrama en nuestra entidad corresponde a dos cuencas hidrológicas, la cuenca del Lerma y la cuenca del Pánuco. La capital estatal y los municipios conurbados de El Marqués, Corregidora y Huimilpan se ubican en la cuenca del Lerma. Lo mismo ocurre con una pequeña porción del municipio de Amealco. Sin embargo, para nuestra población está prohibido renegociar la distribución del agua de esa cuenca. Ni siquiera podemos tomar la parte proporcional del agua que llueve y escurre en la cuenca hidrológica del Lerma que se ubica dentro de nuestra entidad.
En el Diario Oficial del 2 de julio de 2009, la solución para el abastecimiento de agua de Querétaro hacia el futuro sólo considera que podemos usar el agua del Pánuco, tomándola de los ríos Moctezuma, Extoraz y Santa María, aunque para cualquiera de ellos sea necesario ejecutar costosas obras de captación y conducción además de elevarla cerca de mil metros de desnivel en el mejor de los casos.
En ese documento se elimina cualquier posibilidad de tomar el agua del Lerma en el municipio de Amealco y traerla por gravedad, sin necesidad de bombeo a nuestra capital, aunque ofrecíamos que se la devolvía al mismo río después de utilizarla y depurarla.
Es cierto que trayendo ese pequeño caudal de agua a la ciudad de Querétaro se afectaría un poco la generación eléctrica en la presa Tepuxtepec, que era operada por la Compañía de Luz y Fuerza del Centro. Sin embargo en el trayecto desde el municipio de Amealco hay un desnivel de 500 metros, donde se podría volver a generar energía eléctrica para devolvérsela a la Comisión Federal de Electricidad.
Los absurdos de una “descentralización” que no es descentralización. En este tema el ejemplo que me gusta presentar es el que se refiere al agua en el Valle de México …
Recapitulemos primero lo que comentábamos arriba. La “federalización de escritorio” realizada por el presidente José López Portillo hizo que se perdiera la autoridad y la rectoría del estado sobre el agua, ese importante recurso cuya administración se había mantenido con éxito durante 50 años.
El presidente Plutarco Elías Calles en 1926 avizoró con la Comisión Nacional de Irrigación la prioridad de abrir tierras ociosas a una verdadera producción agrícola sostenida por el riego, para sustituir la precaria agricultura de temporal existente en muchas regiones del país al término de la Revolución.
Veinte años después, en 1946, el presidente Miguel Alemán observó la necesidad de atender el control de las inundaciones y el abastecimiento de agua potable a nuestras crecientes ciudades, por lo que estableció la Secretaría de Recursos Hidráulicos a la que encomendó la administración y la rectoría de todo lo relacionado con el agua.
El suscrito y algunos colegas insistimos una y otra vez, y se lo hicimos saber a López Portillo durante su campaña presidencial y durante los meses previos a su toma de posesión, que: “EL AGUA NO OBEDECE LOS LÍMITES POLÍTICOS, POR LO QUE DEBE ADMINISTRARSE POR CUENCAS HIDROLÓGICAS”.
Mi jefe de entonces, Francisco Merino Rábago, flamante Secretario de Agricultura y Recursos Hidráulicos, dependencia donde se fusionaron las 2 secretarías con esos nombres, estaba consciente de la situación y del riesgo que se corría con los cambios, pero no se animó a decirle al presidente que estaba en un error y aceptó que desaparecieran las Comisiones Ejecutivas organizadas por cuencas y que se manejara el agua mediante las gerencias establecidas en cada estado, a pesar de que en algunos estados confluían dos, tres o hasta cuatro cuencas hidrológicas.
Por esa razón fue que renuncié a dicha Secretaría y regresé a mi cátedra universitaria en 1977.
Tres sexenios después, a instancias del ingeniero Leandro Rovirosa Wade, el presidente Carlos Salinas de Gortari trató de corregir el error creando la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA o CNA) dentro de la Secretaría del Medio Ambiente.
Encomendó a la CNA replantear la administración del recurso organizándolo por cuencas y regiones hidrológicas, pero sin desaparecer las gerencias estatales, que ya para entonces estaban muy arraigadas, con lo que se mantuvieron todas las ventajas y todos los defectos de esa situación. Esto dio origen a un nuevo centralismo, pero basado ahora en la capital de cada estado. En la actualidad existen numerosos ejemplos de que las oligarquías de las zonas metropolitanas de las capitales en muchas entidades despojan del agua a otras regiones de su misma entidad en lugar de favorecer su desarrollo mediante una descentralización bien impulsada.
Sin embargo, el peor caso de “centralismo” y “autocracia” del que se tiene memoria en nuestro país es el del abastecimiento de agua y la disposición de las aguas residuales en el Valle de México. Ahí, la autoridad central ha despojado del recurso a importantes regiones del país y ha contaminado otras, al tomar el agua de los manantiales del Lerma y el agua de la cuenca del Cutzamala y arrojar las aguas residuales, sin ningún tratamiento, al Valle del Mezquital.